El chico sucio. Mariana Enríquez

 La narradora, una mujer de clase media alta que heredó una casa aristocrática en el barrio de Constitución, nos posiciona ante sus ojos el vivir en dicha ubicación que al pasar los años se a tornado en un espacio cada vez más marinal, lleno de indigencia, drogas y delicuencia, todo lo contrario a su posición social y de las raíces que sembraron aquel barrio elitista de finales de S.XIX.

A pesar del mal ambiente, el personaje principal decide quedarse en aquella residencia, que de algún modo la hace sentir más despierta, manteniéndola en un estado de alerta constante al recorrer las calles principales y sabiendo los mejores atajos o espacios donde no la asalten, por lo que se percibe cierto fetiche del personaje hacia las zonas y momentos peligrosos.

El conflicto principal se desarrolla a partir de que su atención se focaliza en una joven mujer embarazada que vive en la esquina de enfrente a su casa y con un niño de cinco años aproximadamente. Su espacio de convivencia se basa en una pila de colchones viejos. El niño es apodado por la protagonista como el chico sucio, debido a su descuidado estado. Un día el niño se acerca a la casa de la mujer, ya que su madre lo dejó solo sin ningún aviso, así que lo lleva a tomar un helado y cuidarlo por un momento hasta que sepa algo de ella. Al volver, también estuvo la joven embarazada de regreso enojada porque no sabía donde estaba su hijo, grintándole a la mujer porque creé que se lo había llevado en contra de su voluntad.

Luego de ese episodio, otro día en el que está volviendo de su trabajo, la narradora se encuentra con la noticia de que habían degollado a un niño apodado  "Nachito" en una estación de servicio, creyendo que se trata del chico sucio, pero cuando se identifica con fotos, se trata de otro muchacho un poco más grande. Luego de que ocurriera el asesinato, ya no tiene registro del paradero del chico sucio y su madre. A partir de ese momento se comienzan a formar rumores entre las personas acerca del narcotráfico y la trata de personas, las sectas y los rituales sagrados hacia santos populares o religiones, suponiendo que la desaparición y muerte de los niños tiene  que ver con los sacrificios hacia dichas entidades, por lo que la trama se torna macabra, sobre natural y oscura.

Usando un lenguaje coloquial y hasta vulgar, Enríquez nos transporta a lo más bajo de la sociedad urbana de la Capital, remarcando las diferencias de clase, la falsa empatía, la culpa tardía y el romanticismo a lo mundano. Refleja las turbulencias de una mente perdida que haya refugio en sitios como estos, desde una cercanía lejana, ya que por más de que la protagonista choque todo el tiempo con los lados más marginales, sigue sin pertencer a los mismos, elevando su ego al saber manejarse en ese ámbito hasta cierto punto.

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