Reseña "Tres luces"
Tras un recorrido literario acotado, pero no por eso menos interesante, la autora Claire Keegan, con sus producciones ha conquistado la atención de lectores y especialistas de este medio artístico, y la han consagrado como una de las mejores cuentistas de habla inglesa. Con una prosa sutil, cautelar, por momentos hasta inquietante, logra trasladar a quien lea de su cómodo sitio de lectura hacia escenarios embadurnados por la cotidianidad de sus personajes que, a su vez, componen un mundo interior complejo, y vacilan entre éste y su mundo exterior. Como bien ejemplifica estas afirmaciones en uno de sus más recientes trabajos ; “Cosas pequeñas como estas”, que sigue una historia del género dramático y realista como acostumbra la escritora, aunque, no es la historia que nos compete, pero sí comparte muchas de las mismas características con esta, y no es más que uno de sus trabajos más reconocidos y aclamados, titulado “Tres luces”. Originalmente, fue publicado en The New Yorker en una versión más breve, para luego, en su forma final, ser lanzada al mercado en el año 2010, y al siguiente traducida al español.
La autora irlandesa, graduada de dos carreras universitarias y con un máster en escritura, demuestra destreza y compromiso a la hora de caracterizar a sus personajes y la manera en la que éstos perciben su entorno, que claro está influenciado por los propios lugares en los que Keegan creció; una Irlanda campestre, católica, conservadora y hasta misógina, tal como ella ha declarado en varias de sus entrevistas. En ambas nouvelles la trama se desenvuelve en dichos espacios caracterizados, con familias numerosas incluidas, y con protagonistas que pasan por un punto de inflexión en sus vidas, cuestionando lo que vivieron hasta el momento en que la historia comienza. En el caso de “Tres luces”, cuando, a partir de la narración de la protagonista, una niña, cuyo nombre nunca se revela, es llevada por su padre en auto hasta la propiedad de otra familia, cerca de un pueblo al sur de Irlanda, en donde es instalada para pasar una temporada fuera de su casa mientras su madre se prepara para dar a luz a su último hermanito. Quienes se hacen cargo son un matrimonio que sabemos poco y nada sobre su relación con la familia de la protagonista, son unos completos extraños para ella, y sin embargo, no resuena como algo preocupante para sus padres.
Desde el comienzo de la nouvelle, se refleja cierto asombro de la niña ante la gran propiedad de quienes cuidarán de ella, siendo la nueva pareja de una mejor posición económica de la que creció; el señor y la señora Kinsella se harán cargo de la niña a partir de este momento. Más adelante sabremos que el nombre del señor será John, sin embargo, no se tiene esa exactitud por parte de la esposa, que hasta será mencionada por la narradora como “la mujer”. Esta familia la recibirá y tratará de una forma más amena a la que acostumbra, enseñándole prontamente sus nuevos quehaceres.
En la anterior novela corta mencionada- “Cosas pequeñas como éstas”- también se encuentra ubicada por los años 80s, específicamente en invierno, mientras que en ´´Tres Luces´´ ocurre durante un verano, su estación opuesta, y en ambas se aparenta, como nos tiene acostumbrados la autora, una vida pacífica por parte de los personajes, pero hay un secreto que siempre acecha, como una sombra proveniente del pasado de los mismos, que, en el caso de “Tres luces”, la protagonista termina descubriendo la sombra de alguien más, y es por la misma que aprende las cosas por las que uno se puede sentir arrepentido, a la vez que apenado.
A lo largo de los capítulos sentimos una melancolía inmensa, la forma en la que Keegan se pone en la piel del personaje, no nos hace más que creer que ella misma fue como la protagonista de su cuento, por más de que se note la madurez con la que reflexiona, sentimos que efectivamente es una infante la que nos deja observar, desde un hueco, la historia que nos quiere narrar, ya que como uno a esa edad, el mundo adulto lo ve desde afuera, como un espía que se siente ajeno de aquello que, de alguna forma u otra, termina estando involucrado.
Considero que por esto mismo el punto de vista infantilizado está correctamente llevado a cabo, por más de que las descripciones hacia acciones ordinarias se detengan en su elaboración, no es un vocabulario complejo, y sólo se emplea en los pensamientos de la pequeña, ya que se trata del ímpetu que siente la misma al tomar un baño de agua caliente, preparar una mermelada o salir corriendo en busca del correo, cosas a las que ella no estaba habituada a hacer, lo que la lleva a extenderlas en su mente, romantizándolas, debido a que creció en una familia numerosa, de escasos recursos, con una madre bastante estricta y rigurosa a la hora de cumplir las tareas del hogar. Esta crianza creo que justifica el que sea tan reflexiva ante estas nuevas experiencias, ante esta “segunda crianza” que atraviesa diferencias con la de su origen, haciéndola salir de su burbuja para explorar otros entornos, y ella misma se verá desafiada a aprender cómo expresar su yo interior, comprendiendo lo que debe y lo que no transmitir.
“Todo se siente raro esa noche: caminar hasta un mar que siempre estuvo ahí, verlo y sentirlo y temerle en la semi-penumbra, escuchar a este hombre que me dice cosas –sobre caballos remolcados desde el mar, sobre su esposa que cree en los demás como para aprender en quién no confiar- cosas que no entiendo por completo, cosas que tal vez ni siquiera estén destinadas a mí.”
La relación que mantiene con los Kinsella es más afectiva que con la de sus padres, y la rutina que sigue, todo le sabe al mismo día, algo que se asocia al personaje de Furlong de la otra producción de Keegan, quien es un trabajador de unos cuarenta años vendedor de madera y carbón que pasa día tras día trasladándose en camioneta para hacer sus repartos, y para quien lo más importante es que no le haga falta nada a su familia, pero dicha rutina empieza a ser replanteada por el personaje principal, en forma de crisis existencial, aunque
en este caso es intervenida por un punto de vista adulto, con focalización externa, y que también lo lleva a un pasado oscuro, tal como ocurre con los Kinsella, que se ven condenados por su propia culpa, tema de suma importancia en el desarrollo de los personajes de la autora y que está relacionado con la fuerte religión católica del lugar.
Inclusive en algún punto de la trama se nos desvela que Furlong fue cuidado por un tiempo por una familia adinerada, otra similitud que comparten las dos nouvelle y claramente no es accidental, tal vez dentro del personaje principal de Furlong haya un niño como la que cuidaron los Kinsella, que se reencuentra con él a medida que se le revelan cosas de su pasado y reflexiona sobre su vida.
La niña de ‘Tres luces' incluso, a través de sus reflexiones, también nos demuestra que ha llegado a cierto cuestionamiento existencial. Debido a su naturaleza introvertida se replantea constantemente sobre el lugar en el que se siente, como en una quietud constante, antes de un cambio fundamental, puede ser por estar en una nueva casa o porque se avecina la adolescencia, sumergiéndose en una especie de nostalgia por su infancia que aún no se ha ido.
“Estoy en un punto en el que no puedo ser la que siempre soy ni convertirme en la que podría ser”
La nouvelle se encapsula en una caja de cristal, manteniéndose frágil y haciéndonos creer que algo está a punto de romperse constantemente. Su poética forma de ver las cosas nos atrapa sin querer dejar saber lo que pasa hasta el final. Es un excelente trabajo que abarca temas complejos pero son sostenidos mediante una trama sencilla, pero no por eso menos fascinante.
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